Entre 1478 y 1483 se produjo en Gran Canaria un «crack» demográfico en sus efectivos poblacionales como consecuencia de una conquista dura y cruenta, que ocasionó «el maior daño en los Canarios por la uentaja de las armas», según refiere el cronista Antonio Cedeño, a lo que puede añadirse la táctica de tierra quemada planteada por los conquistadores Juan Rejón y Pedro de Vera para reducir a la población por hambre. Si bien también hay que sumar los agentes mórbidos, conocidos genéricamente como “modorra”, que ocasionaron epidemias y mortandad entre los indígenas.
El Dr. J. Bosch Millares interpretó la morriña o modorra como un sueño pesado durante el cual el individuo podía dormirse profundamente aunque podía despertase, entender y responder preguntas. Estos síntomas le sugirieron la propagación de pestilencia o tifus.
De hecho, la peste pudo ser introducida en Gran Canaria desde el siglo XIV por los navegantes mallorquines debido a los contactos que mantenían con los nativos previamente a la conquista castellana del siglo XV (véase nuestro artículo «Una colonia catalano-mallorquina en Canarias durante el siglo XIV»), pues la Edad Media europea fue vapuleada por la peste entre 1342 y 1393 coincidiendo con sus visitas al Archipiélago.
Para la extensión del tifus se conjeturó la posibilidad de un envenenamiento del agua por parte de los conquistadores, aunque tal vez resulte más apropiada la hipótesis del Dr. C. Rodríguez-Maffiote Martín al considerar el tifus exantemático producido por la carencia de salubridad promovida por el hacinamiento ocasionado por el asedio bélico. Si bien en otro caso el mismo Rodríguez-Maffiote propuso la extensión de la gripe como la causa de la “modorra” que asoló a los guanches en la conquista de Tenerife.
En consecuencia, las diferentes hipótesis podrían dirigirse hacia alguno de esos diagnósticos epidemiológicos. De manera que la “modorra” propagada tras la «Ley del infanticidio femenino» promovida por los antiguos canarios se correspondería con el desarrollo de la peste introducida por los mallorquines en el siglo XIV, mientras la enfermedad que menguó a su población en las postrimerías de la conquista castellana podría deberse al tifus epidémico, también conocido como “tifus de piojo-bourne” al ser transmitido por el piojo del cuerpo humano en condiciones de hacinamiento, dado que como refirió el mentado Cedeño entonces «Andaban en lo más áspero de la tierra [y] no llegaban a tresçientos hombres de pelea; por faltarles los mantenimientos no podían estar todos juntos. Y, llanamente más de dos tercios de ellos eran ia muertos quando [terminó] la conquista, que fuera imposible ganarlos».
Dr. José Juan Jiménez González, conservador del Museo Arqueológico de Tenerife.